Por: Jose Antonio Perez-Wicht
“Pasado que no ha sido amansado con palabras, no es recuerdo, es asechanza” escribe la autora colombiana Laura Restrepo, y me parece una frase importante a tener en cuenta antes de entrar a ver teatro testimonial, y de tener la fortuna de presenciar como se amansan pasados que duelen. En la obra Pájaros en llamas, Fernando Verano y Marisol Palacios hacen ejercicio de admirable valentía al contarnos sus historias de pérdida, y cómo éstas han sido tinta indeleble en el trazo de sus vidas. Relatos contundentes que hablan sobre aquellas voces del recuerdo que yacen escondidas en el silencio de la ausencia, y sobre ese espacio enorme que ocupan los que ya no están. Los dos actores ofrecen testimonios personales sobre lo que es caminar por los valles húmedos del duelo, con la intención sanar heridas a través de la palabra.
Uno viviendo una vida que siente prestada, la otra viviendo una vida que siente saqueada. Ambos dando la cara. Ambos explorando territorio de partidas y adioses, donde las voces del recuerdo hacen eco. Aquel territorio que todos conocemos de alguna u otra manera, pero que ambos actores, vulnerables y expuestos, nos invitan a recorrer.
Imperdible la obra de Mariana de Althaus, quien demuestra, nuevamente, como le vibra la vena psicoanalítica de lo que por momentos pareciera ser la escenificación de un proceso de diván llegando a la mansa orilla de la elaboración psíquica. Escrita de manera prolija, con toda la contundencia de humanidad requerida, nos lleva a nadar por los océanos del recuerdo, por esas aguas frías en las que solo nadan los que lloran a sus muertos. Logra a perfección contar dos historias muy humanas y nos humaniza en el camino, pisando fuerte, golpeando adentro.
Pájaros en llamas se queda en el Centro Cultural de la PUCP hasta el 10 de Julio y es una experiencia teatral potente que expone los hilos más finos de la dramaturgia limeña.