Por: Carlos Bruce
La situación asfixiante por el miasma de la corrupción que envuelve a todas las instituciones del país requiere de todas las fuerzas políticas y sus actores una posición firme y clara frente a esta lacra que amenaza al país. En especial, en estos días en que se tiene la oportunidad de iniciar un proceso que lleve a juicio a personajes claves dentro de un entramado tortuoso del crimen organizado.
No es posible soslayar la importancia crucial de este proceso para la salud moral del país sin caer en la connivencia o complicidad abierta frente a ese delito nefando que carcome el país.
El resultado de la acusación constitucional contra un juez supremo y miembros del Consejo Nacional de la Magistratura (CNM) por sus vinculaciones comprometedoras con el crimen organizado, que está en manos del Congreso, determinará la suerte de nuestro país frente al flagelo que hoy constituye, por desgracia, el principal problema nacional. Ahí veremos si la dignidad nacional se impondrá frente a la ignominia y la miseria moral.
El Congreso no puede rehuir de esta grave responsabilidad frente al país que espera a gritos las reformas y la limpieza de todas las instituciones para empezar a recuperar la confianza en el Estado.
La revelación de los audios y videos que comprometen seriamente a los miembros del CNM, altos magistrados, congresistas y empresarios en hechos antiéticos e ilícitos, constituyen un golpe mortal a la credibilidad de las instituciones del país, y pone en serio riesgo la funcionalidad del Estado. Por ello, no es posible actuar con medias tintas o leguleyadas para enfrentar con firmeza toda esta podredumbre que avergüenza a la nación.
Es por toda esta red mafiosa que se habría tejido en las instituciones del Estado que resulta imperativo tomar medidas de emergencia mientras se acelera decididamente una reforma radical en todo nuestro sistema de justicia.
Ahora veremos quién es quién en la lucha contra la corrupción que necesitamos enfrentar con energía y entereza todos los peruanos. No hay lugar para dobles discursos frente al oprobio que golpea nuestra dignidad.
Estamos en el límite y en una hora crucial para el país. No podemos resignarnos a seguir conviviendo con este flagelo que corroe el tejido social del país y que lacera la moral de la nación.
Toda la población sabrá ahora quienes están por la defensa del honor y al lado de los intereses nacionales, y quienes los que traicionan los principios y valores sagrados que enaltecen a la nación.