Como Presidente de la Comisión de Inclusión Social y Personas con Discapacidad del Congreso, hice hace unas semanas un experimento social. Me disfracé de una persona con discapacidad para evidenciar la dura realidad que pasan a diario nuestros hermanos que sufren de alguna discapacidad (motora,visual, etc).
Me puse en sus zapatos y verifiqué personalmente la indiferencia de las autoridades hacia las personas con discapacidad que transitan por las calles de los diversos distritos de Lima. Me trasladé en una silla de ruedas y me topé con pistas en mal estado, bermas mal diseñadas sin rampas para facilitar mi recorrido libremente. Tenía que pedir ayuda a los transeúntes para movilizarme y muchos me ignoraban.
Sentí en carne propia lo que pasan nuestros hermanos en su día a día como por ejemplo al tratar de subir a una movilidad pública, el desprecio hacia mi persona en mi condición de estar en silla de ruedas. No paraban para recogerme como corresponde a cualquier persona. Me cerraban las puertas en la cara, que tal frustración.
En mi recorrido por un populoso distrito encontré a la señora Justiniana Huamán Cure, quien perdió un miembro inferior, por la diabetes. Ella vive en el AA.HH “Virgen de Chapí”, de San Juan de Lurigancho. Ella diariamente para hacer sus quehaceres tiene que bajar, grada por grada una escalera de aproximadamente unos 500 metros. Alrededor del medio día la encontré e hice lo mismo que ella hacía. La acompañe en sus quehaceres diarios cuando el sol estaba muy fuerte y quemaba el cemento. Mi admiración a Justiniana porque realiza esta actividad sin remordimiento ni queja, pero yo sentí los avatares de esta rutina.
También pude vivir en carne propia como los discapacitados sufren las desventajas con la comunicación, por ejemplo ingresé a un banco para poder solicitar y abrir una cuenta de ahorros pero me di con la sorpresa que no me entendían por qué todo lo hice hablando en quechua. Más aun entendí que todos se reían. Pensé claramente que debemos concientizar a la sociedad para cambiar esta realidad.
También pude representar una persona con discapacidad que vende en la calle como ambulante, la sociedad tampoco se solidariza, como hermanos peruanos las autoridades tienen que estar cerca al pueblo y más aun con los discapacitados. Ahora lo entiendo más. “Todas las autoridades somos responsables de esta situación».